Al menos eso es lo que piensa
David Gistau, que en su columna del diario de Jota Pedro del pasado lunes decía cosas como estas:
AL ABORDAJE
DAVID GISTAU
La sentada (enlace de pago)
(...) La de los antitaurinos, el último colectivo con fuerte conciencia de sí y aureola de intocable, va a ser una de las tabarras del verano. Ya hasta escalan los muros de la patria mía para adueñarse del albero, adonde aún no han llegado ni las cheer-leaders. Si a Jovellanos le avergonzaba la Fiesta por comparación con la «culta Europa», si opinaba que ningún «patricio sensato» podía tolerar las corridas, el antitaurinismo progre es una pulsión igual de pijita y burguesa que identifica lo español con lo incivilizado y, en consecuencia, con lo de derechas, que viene a ser lo mismo. Pero ese intento maniqueo de asociar las corridas con todos los demás atributos del facha se desmorona cuando campeones de la cultura oficial y abajofirmantes del zapaterismo se revelan aficionados tan apasionados que son capaces de seguir a un torero como José Tomás igual que a un profeta. Esto explica el escozor que contenía el último sermón antitaurino del recurrente Vicent, que después de ver a Sabina y Serrat acodados en una barrera se quedó igual de pasmado que el vecino de un hombre de apariencia normal al que un día encuentran cabezas humanas en la nevera. ¿Dos divinos de la progresía, dos patricios sensatos, participando en el aquelarre de la barbarie españolista? Las sales, las sales, que me da…
Además de meterse con el muy honroso
movimiento antitaurino, tiene la desfachatez de hacerlo con
Manuel Vicent... ¿qué se le habrá subido a la cabeza al Gistau este?
Yo, que soy
progre, también debo ser muy pijito y burgués y debo serlo desde los 9 años, edad en la que, engañado por unos simpáticos carteles, quise ver al
Bombero Torero y me encontré, además de la actuación del cómico de los ruedos, con una corrida de toros hecha y derecha de la que tuvieron que sacarme envuelto en un mar de lágrimas.
Esa es la
pulsión que aun hoy sigo sintiendo ante el vergonzoso y bárbaro espectáculo patrio de las corridas de toros. Como verán, todo muy pijito y burgués, como debía serlo un niño de 9 años.