AL ABORDAJEAdemás de meterse con el muy honroso movimiento antitaurino, tiene la desfachatez de hacerlo con Manuel Vicent... ¿qué se le habrá subido a la cabeza al Gistau este?
DAVID GISTAU
La sentada (enlace de pago)
(...) La de los antitaurinos, el último colectivo con fuerte conciencia de sí y aureola de intocable, va a ser una de las tabarras del verano. Ya hasta escalan los muros de la patria mía para adueñarse del albero, adonde aún no han llegado ni las cheer-leaders. Si a Jovellanos le avergonzaba la Fiesta por comparación con la «culta Europa», si opinaba que ningún «patricio sensato» podía tolerar las corridas, el antitaurinismo progre es una pulsión igual de pijita y burguesa que identifica lo español con lo incivilizado y, en consecuencia, con lo de derechas, que viene a ser lo mismo. Pero ese intento maniqueo de asociar las corridas con todos los demás atributos del facha se desmorona cuando campeones de la cultura oficial y abajofirmantes del zapaterismo se revelan aficionados tan apasionados que son capaces de seguir a un torero como José Tomás igual que a un profeta. Esto explica el escozor que contenía el último sermón antitaurino del recurrente Vicent, que después de ver a Sabina y Serrat acodados en una barrera se quedó igual de pasmado que el vecino de un hombre de apariencia normal al que un día encuentran cabezas humanas en la nevera. ¿Dos divinos de la progresía, dos patricios sensatos, participando en el aquelarre de la barbarie españolista? Las sales, las sales, que me da…
Yo, que soy progre, también debo ser muy pijito y burgués y debo serlo desde los 9 años, edad en la que, engañado por unos simpáticos carteles, quise ver al Bombero Torero y me encontré, además de la actuación del cómico de los ruedos, con una corrida de toros hecha y derecha de la que tuvieron que sacarme envuelto en un mar de lágrimas.
Esa es la pulsión que aun hoy sigo sintiendo ante el vergonzoso y bárbaro espectáculo patrio de las corridas de toros. Como verán, todo muy pijito y burgués, como debía serlo un niño de 9 años.
3 comentarios:
Dice mi hija de 4 años al pasar delante de la Plaza de las Ventas: "¿Y por qué los guardias dejan que los toreros maten a los toros?".
"Pues no lo sé, cariño, no lo sé", respondo yo mirando al infinito...
Muchas veces los niños demuestran tener las ideas mucho más claras que algunos adultos. En este caso tu hija deja al descubierto la inmmoralidad de la práctica de la tauromaquia.
Eso de salir envuelto y llorando de la plaza, me pasó a mí también cuando fui a ver una corrida de toros de pequeño. Salí llorando porque el torero fue Jesulín de Ubrique.
No sé cuál fue tu caso... pero si vieses a José Tomás, cambiarías de opinión.
Bromas a parte, respeto que haya gente a la que no le gusten los toros pero no comprendo a la gente que quieran que los quiten. es de nuevo la intervención de la administración para que se nos diga lo que está bien, lo que está mal, lo que es arte y lo que no. Mi novia detesta los toros, pero como me dice ella "hay un trecho entre eso e ir a protestar para que tampoco los vean a los sí les gustan".
No obstante, no sé cuál será tu concepción, pero sigo pensando que el movimiento antitaurino an vez de ser un movimiento ecologista, forma parte de la renuncia a las tradiciones nacionales españolas. De ahí el éxito que tiene Cataluña y País VAsco y el poco éxito que tiene en el resto de España.
Saludos
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